Urushi

Color.

Hace tiempo que no veíamos a la abuela Uzumi, es tan guapa.

Vinimos a Miyoshi porque murió el abuelo. Mamá dijo: "Tenemos que ayudar a la abuela ¿Vale Marta?" Siempre dice: "¿Vale Marta?" Ni que fuera tonta: "Le das de comer a Nerea ¿me oyes?", "¿me oyes?"; con ese tonito. "No vayáis al estudio del abuelo"; dijo el año pasado; ñiñiñi, era la primera vez que veníamos a Miyoshi ¿Cómo íbamos a ir? ¡Si no sabíamos llegar! Pero al final llegamos, llegamos sin querer y vimos al abuelo.

  • Nerea, anda, termina el arroz.

Me gusta beber agua del bol del abuelo, parece de sangre. Nerea come con las manos. Con una mano sujeta el bol brillante del abuelo, con la otra se llena las manitas de arroz. Algunos granos se quedan pegaditos a los dedos; son tan pequeños. Blancos y pequeñitos le caben todos en la boca ¡Que bruta! Labios llenos de granitos de arroz. Toda la cara. Ay, nena; no seas cochiña; venga, termina.

  • Pero yo quiero pintar...

El bol del abuelo es negro por fuera. Se limpia con agua caliente y una gotita de jabón. Un poquito así... Luego hay que secarlo bien: "Sécalo muy bien, pequeña" decía el abuelo. Por dentro es rojo como una manzana.

  • ¿Me pintas una manaza, Nerea?

  • ¡Siii!

Nadie sabía que nos fugamos, le vimos junto al árbol del estudio. Los viejos nos hacían reverencias desde el choche; Nerea saludaba también, moviendo la cabeza para abajo. "¡Tonta, para ya!" Por el camino del río encontramos ranitas muy muy muy pequeñas; era guay. Nerea dijo "¡Mira, el abuelo!" y era. "¿Marta, de qúe color es una manzana?" me preguntó el abuelo. "¡Roja!" le dije. Pero no es roja, no; no es un rojo normal.

Los colores de las cosas vivas son distintos, laten un poco y brillan, como si tuvieran corazón. El abuelo sacó el bol de la manga largísima de su kimono: "Vuestra abuela Uzumi me regaló esto por nuestra boda ¿Os gusta?" "¡Es rojísimo!" Dijo Nerea, y el abuelo se lo regaló.

  • Martaaa.

  • ¿Quée?

  • La manzana no me queda igual.

  • Nerea, no seas tonta; nadie puede pintar una manzana. Sólo la abuela.

Mamá no sabe que tenemos escondido el bol del abuelo, chisss. Hay que acariciarlo suave con los dedos y así se queda brillante. La abuela lo hizo con sangre de un árbol y polvitos de hierro. Lo tenemos guardado aquí en Miyoshi.

El árbol del urushi tiene muchas cicatrices, a Nerea le da pena. ---Pobrecito árbol--- dice. Se pasa un montón allí, con las manitas abrazadas. Mamá dice que hay que volver al cole. A mi me gusta el cole de Foz, pero Nerea se pone triste.

Cuando llegue a Foz le diré un secreto a la profe Eulalia. Una manzana es así, como la sangre.

Tacto.

Nerea, nenita, acércate. ¿Estás contenta de haber vuelto?

Recuerdo los años que estuve en el taller ¿Me das la mano? Yo no era tan guapa como tú, mi niña; que piel tan bonita tienes.

Al principio me gustaba trabajar con la madera... Pero también fue triste ¿Tú te crees? Bambú de comer, arroz y sopa miso. Siempre igual. Sin ver a nadie ¡Sin tocar a nadie! Es tan importante abrazar y que te quieran ¿Me oyes?

Todo lacado de Urushi tiene una suavidad amable; pero es difícil. Aplicas la resina y la dejas secar al menos una semana. Una y otra vez. Las cosas bien hechas llevan su tiempo y hay que respetarlo.

A veces era agobiante. Sólo estaba el Sensei. Todo él con sus maderas y sus cosas. Menos mal que vino tu abuelo.

Alisabamos cada pieza con la piedra de pulir y el papel de lija; un grano más fino de cada vez. Al final con la yema de los dedos. Por eso es tan especial. La gente afirma sentir el polvo atrapado en la resina. No sé, a mí me dolían las manos.

Y a veces sangraba.

Un día llené el bol de sangre. Seguí arrastrando los dedos, absorta en el tacto tibio. Como un abrazo latiendo, así; pum-pum, en la madera.

Cuando el Sensei me pegó me lastimó mucho. Son cosas que hacen los maestros. Pero, no te preocupes, la vida te salva, a veces, de estas cosas.

Pinté aquel bol de rojo por dentro y se lo regalé a tu abuelo. Era mi dote; poco más tenía yo. Lástima que se haya perdido.

Le gustaban mis manos ¿Sabes? Se quedaba embobado, decía que eran de artista. Yo me limpiaba deslizando el dorso sobre la palma, así, sin prisa. Casi detenía la tarde sólo para verle mirar mis manos. Le sonreía; y después esperaba un beso... Aquí, mi niña, dame un beso.

Tengo miedo de volver a estar sola. Como antes. Se han perdido todas las cosas. Los besos y los "buenos días" ¿Recuerdas cómo nos cantaba? Tengo miedo a olvidarme. Ya soy viejita.

¿Pero qué me traes, Marta? Ay. Me vas a hacer llorar.

Historia.

Acompáñenme a un viaje hasta las primeras poblaciones de Japón ¿Cómo vivieron hace 10.000 años? ¿Pensaban diferente sobre la vida [...]

Tienes el rostro limpio y la mirada traviesa. Llevas ese pantaloncito corto, la camiseta de sisa ancha de tu hermana y unos calcetines rosas con dedos. Estás tumbada en el sofá. Ahora juegas con tus piernas por el aire y alzas la mano, luego la dejarás caer en el hombro de este joven. Al fondo se acerca un gato.

--Matthew tío ¿No lo puedes poner a 2x? --¿Qué dices? --A 2x, en YouTube se puede; así acabamos antes. --Tía, la profe nos dijo que lo viéramos... --¡Yaa! Pero lo vemos a 2x. --1.5... No te gusta Historia ¿Eh? --¡Bah! ¿Que más da? ¡Hay que vivir el presente, gua-pi-to!

Has empezado a recorrer con tus dedos el rostro paciente de Mateo. Le rascas la oreja, la sien; aprietas su nariz ahora y tapas sus ojos. Él dirá "¡Para!" en cualquier momento y tú, pequeña pícara, le sonreirás.

En Hokkaidō vive una etnia antigua. Son distintos al resto de japoneses ¡Ni siquiera tienen ojos achinados! Se llaman "Ainus", palabra que en su idioma significa "humanos" ¿Qué les parece? [...]

Pero él no dice nada y te dejas caer en el bostezo: "Que rollo". La televisión muestra a una señora de gestos apurados. Pronto cierras los ojos y respiras profundamente ¿Alguna vez piensas en nosotros, Nerea?

Este peine de madera lacada tiene unos 8.000 años [...]

--¡Que bonito!--- Dice Mateo.

Guiñando un ojo te desvelas. El gato ronronea suave y sube al sofá. ---¡Que pelos!--- En la pantalla, un color rojo intenso como la sangre; [...] la población Ainu todavía ofrece vino a sus ancestros en cuencos lacados, es un gesto de respeto [...] Algo, quizás un recuerdo, parece inquietarte ¿Qué pasa, pequeña?

Te has incorporado. Sentada sobre el sofá revisas la estantería. Quizás lo encuentres. Rezábamos con ese cuenco de madera. Tienes el puño apretado y has contenido la respiración mientras atiendes; [...] un bol lacado se encontró en Hemudu [...] Había que acariciarlo ¿Recuerdas? Nos turnábamos para darle brillo. A Marta y a ti os encantaba. Hacíamos ofrendas a la hierba, al hermano viento, jugábamos a beber del reflejo de la luna en el agua. Cantabamos suave, muy despacio. Susurrando calladas como ahora. Niña, no tengas miedo.

Sin tomar aliento te has acercado hasta la estantería. ---Tía, no me asustes--- dice Mateo. Un paso, otro paso. Absorta y delicada, como eras. "El árbol de la abuela tenía tantas cicatrices" murmuras. Pum, pum. Aliento. Eso fue hace tiempo; te has quedado parada, como pensando. ---Cuando te fuiste no quise verte. Pobrecita abuela... ya no estabas aquí. Te echo de menos. Me gustaba ver tus manos acariciar la madera.---

[...] en el año 2019 Japón reconoció oficialmente la cultura de los Ainu, otorgándole estatus de "pueblo indígena", después de siglos de discriminación.

Es un cuenco simple ¿Verdad? Suave como una manzana, pero tiene algo. Traspasa el tiempo, la historia, nos une todavía en los gestos y en el mismo recuerdo de siempre. Es algo muy sencillo; nunca estarás sola.

---Llamaré a Mamá.---